El banquete de la Catequesis familiar

Unas cuantas familias vienen cada año a integrarse a los grupos de catequesis familiar para pedir que les ayudemos a preparar a sus hijos para la Primera Comunión. ¡Qué bueno! Y unas cuantas familias de esas van descubriendo las cosas de la fe con ojos nuevos, otras van renovando su fe, y a otras no les pasa nada lamentablemente.

Pero hay que seguir. Transmitir la fe es transmitir la invitación del Padre Dios a vivir la vida que nos trajo su Hijo, Jesús. No somos dueños de la fe, como no somos dueños de la vida. Estamos invitados a compartir la mesa de la vida, a compartir la mesa de la fe. El que nos prepara la mesa nos pone todo lo que quiere darnos. Uno, a veces, come lo que quiere, pero el que nos invitó ha puesto en la mesa todo lo que necesitamos para vivir, todos los nutrientes para que estemos sanos y crezcamos, y vivamos felices y plenos. Hay que tener en cuenta, entonces, que hay que comer todo lo que está en la mesa. Lo único que hace mal es comer de menos, no comer nada, o comer demasiado de algo y nada de lo otro. Hay que comer todo lo que está en la mesa, porque todo es necesario.

Esta imagen de la mesa nos puede servir para aprender a aceptar la catequesis en todos sus aspectos: la catequesis es la mesa, y todos sus aspectos los platos que están servidos en ella.
Los platos son: los encuentros, las celebraciones, la eucaristía, la Palabra, las acciones a realizar, los cambios que hay que hacer, las reformas a nuestra forma de vivir, la oración, el diálogo, la preparación en casa, la preparación interior para la comunión con el Señor, la vida en la presencia de Dios, la amistad con los del grupo, la integración en la comunidad parroquial, la participación en todos los encuentros, el tiempo que hay que dedicar en casa a conversar de Dios y a orar juntos en familia, la revisión de la vida para hacerla cada vez más de acuerdo a las enseñanzas que vamos recibiendo, la unión cada vez más profunda y confiada con Dios, las obras buenas que debemos hacer, las atenciones y ayudas que debemos hacer a los pobres, la acogida cordial a todas las personas que quieren integrarse en la comunidad, el respeto que se debe a cada persona, el respeto que se debe a Dios, el respeto que se debe a los tiempos que hay que dedicar a Dios y a la oración lo mismo que a la celebración comunitaria de la fe, el sostenimiento económico de nuestra iglesia, el fortalecimiento de los valores auténticos que vivimos en la familia, la transmisión de esos valores a nuestros hijos, el ejemplo sano que hay que dar de fe y de coherencia de nuestra vida con esa fe, la humildad al reconocer nuestros pecados, la humildad al reconocer que nos falta mucho por crecer, la alegría de servir y de ayudar a otros, la alegría que hay que transmitir al contar cuántas ayudas hemos recibido de Dios, el compromiso de ayudar a los hermanos que están en mala situación o necesitando nuestra mano, el compromiso de compartir la fe que tenemos, el compromiso de compartir la confianza y la esperanza que tenemos, el compromiso por defender los derechos humanos de todos, el compromiso por conocer y vivir lo que la sociedad entera necesita vivir, el compromiso político y social en busca del bien común por encima de los intereses particulares, el compromiso por aprender cada vez más lo que el evangelio enseña y lo que en la comunidad eclesial celebramos y compartimos...etc., etc., etc!

¡A prepararse, que hay que comer todo!!!
¡Provecho! P. Juan.

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