¿Qué sentido tiene trabajar en una empresa?

El hombre, cualquiera sea su posición dentro de una empresa, se ubica frente a la misma y a losdemás de acuerdo a cómo se conciba a sí mismo, en primer lugar, y cómo conciba a los demás. Ese concepto, a su vez, depende de cómo le han hecho entender a lo largo de la vida, los demás, que se debe concebir a sí mismo y a los demás. Venimos al mundo porque otros nos hacen venir, y aprendemos en el mundo porque otros nos enseñan, hasta que vamos aprendiendo a tener nuestros propios conceptos y hacemos nuestros propios juicios. Simplemente porque somos seres sociales, estamos transidos de la opinión, pensamiento y querer de los otros. Eso no significa que estemos, por esa sóla razón, guiados por la verdad.
El hombre debe buscar la verdad de su ser, de su pensar, de su querer, de su obrar. Si no lo hace, vivirá sin ser, pensará con errores, querrá lo que no le hace bien, obrará dañándose o dañando.
El hombre tiene capacidad de pensar sobre sí mismo, de tener autoconciencia, de mirarse objetivamente, de reformarse guiado por la verdad razonada o intuida, de hallar el sentido de lo que posee, hace, piensa y vive.
Le es indispensable al hombre hallar el sentido de todo, porque sin sentido no se vive, se dura, incluso poco.
Muchas cosas son dadoras de sentido, pero no todas tienen la misma importancia. Analicemos algunas respecto al trabajo:
• la razón primaria del trabajo para muchos es subsistir: eso significa que el objetivo está en lo que se percibe por el tiempo y el esfuerzo, las capacidades y aportes, que el trabajador dedique a su trabajo en vistas de su recompensa salarial, pues ese salario tiene a su vez su destino que es la subsistencia.
• La razón del trabajo para otros es el crecimiento de sus riquezas: eso significa que el objetivo está en aumentar lo que ya tiene, invertiendo con o sin riesgo, combinando esfuerzos con otros, mejorando los proyectos y los logros.
• Para otros, por mayor conciencia humana, la razón del trabajo está en mejorar la calidad de vida, más allá de los ingresos, más allá de los beneficios económicos. Ganar no siempre significa contar con más dinero para el consumo.
El hombre que se precie de ser hombre, de ser humano, se debe a sí mismo tener claro el sentido de lo que hace, bajo pena de entrar en crisis a corto plazo y perder el sentido de su vida.
¿Quién soporta vivir sin sentido?
Junto a esto, el hombre, hoy y siempre, tiene que ser consciente que no viene solo, no está solo,no vive solo. Si no hubiese tenido a otros que se ocupen de él no habría susbistido, no habría sobrevivido. Si no se ocupa de los otros, ni los otros ni él mismo, subsistirán. ¿Quién soporta vivir absolutamente solo?
También nos debemos preguntar, con todo el dramatismo de la misma pregunta: ¿Quién soportaría vivir sin mundo?
Estas tres preguntas pueden suscitar respuestas criteriosas al momento de tomar decisiones:
Preservar el mundo, como recurso y por sobre todo como casa, es indispensable para seguir existiendo. Preservar la sociedad, en todos sus estamentos, como fuente y sostén de vida, también es indispensable para seguir existiendo. Conocer y asumir el sentido verdadero de las opciones y decisiones humanas es indispensable para seguir existiendo con cordura.
En una empresa en donde estos tres temas no se debaten frecuentemente para hallar el eje que equilibre, precisamente, se termina desequilibrando y cae.
La visión que debe tener una empresa de sí misma no debería ser parcial, es decir, pasar exclusivamente por lo económico, puesto que lo económico sólo es uno de los aspectos de laactividad humana. Si no se tienen en cuenta los otros aspectos, como el sentido de la vida, de la sociedad, del trabajo, del esfuerzo, de la conducción, del liderazgo, de la cooperación, de la colaboración, de la solidaridad, del bien común, de la verdad, de lo que consideramos valioso, tarde o temprano la empresa colapsa porque sus fundamentos, por ausencia, no la sostuvieron.
Por el contrario, si la empresa dedica tiempo a pensar en esos fundamentos, dedica procesos de compartir esos fundamentos en todos los estamentos de la empresa, las responsabilidades se asumen más coordinadamente, habría mayor corresponsabilidad, todos serían capaces de ver que todos son importantes dentro de la misma, y que todos se necesitan. Invertir tiempo en la profundización del sentido de lo que se realiza ahorra esfuerzos y riesgos a corto, mediano y largo plazo. Formar el criterio es tan necesario como capacitar técnicamente.
Una imagen podría servir para tener una perspectiva diferente del sentido de formar parte de una empresa: Se usa frecuentemente la imagen de la pirámide, pero propongo la de un «lienzo» o un «poncho» extendido horizontalmente, un tejido que debe ser tenido desde todas partes para que no se arrugue porque ese tejido debe sostener lo más preciado para nosotros que son la familia, la vida de los que dependen de nosotros porque les hemos dado la vida. Pongamos sobre el lienzo todas las familias de todos los de la empresa, incluso de los que se creen «arriba». Y nos daremos cuenta que todas las familias dependen de todos los miembros de la empresa, porque si un sector o uno de los que sostiene el tejido las familias quedan sin sostén. Todos somos necesarios en esa perspectiva, y por tanto, nadie es tan prescindible, a no ser que a propósito o por negligencia contumaz atente contra el tejido. Por esa razón también se deben redistribuir los beneficios de la empresa de una manera más equitativa porque de lo contrario se atenta contra la opción de cada individuo o sector de sostener el tejido.
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El banquete de la Catequesis familiar

Unas cuantas familias vienen cada año a integrarse a los grupos de catequesis familiar para pedir que les ayudemos a preparar a sus hijos para la Primera Comunión. ¡Qué bueno! Y unas cuantas familias de esas van descubriendo las cosas de la fe con ojos nuevos, otras van renovando su fe, y a otras no les pasa nada lamentablemente.

Pero hay que seguir. Transmitir la fe es transmitir la invitación del Padre Dios a vivir la vida que nos trajo su Hijo, Jesús. No somos dueños de la fe, como no somos dueños de la vida. Estamos invitados a compartir la mesa de la vida, a compartir la mesa de la fe. El que nos prepara la mesa nos pone todo lo que quiere darnos. Uno, a veces, come lo que quiere, pero el que nos invitó ha puesto en la mesa todo lo que necesitamos para vivir, todos los nutrientes para que estemos sanos y crezcamos, y vivamos felices y plenos. Hay que tener en cuenta, entonces, que hay que comer todo lo que está en la mesa. Lo único que hace mal es comer de menos, no comer nada, o comer demasiado de algo y nada de lo otro. Hay que comer todo lo que está en la mesa, porque todo es necesario.

Esta imagen de la mesa nos puede servir para aprender a aceptar la catequesis en todos sus aspectos: la catequesis es la mesa, y todos sus aspectos los platos que están servidos en ella.
Los platos son: los encuentros, las celebraciones, la eucaristía, la Palabra, las acciones a realizar, los cambios que hay que hacer, las reformas a nuestra forma de vivir, la oración, el diálogo, la preparación en casa, la preparación interior para la comunión con el Señor, la vida en la presencia de Dios, la amistad con los del grupo, la integración en la comunidad parroquial, la participación en todos los encuentros, el tiempo que hay que dedicar en casa a conversar de Dios y a orar juntos en familia, la revisión de la vida para hacerla cada vez más de acuerdo a las enseñanzas que vamos recibiendo, la unión cada vez más profunda y confiada con Dios, las obras buenas que debemos hacer, las atenciones y ayudas que debemos hacer a los pobres, la acogida cordial a todas las personas que quieren integrarse en la comunidad, el respeto que se debe a cada persona, el respeto que se debe a Dios, el respeto que se debe a los tiempos que hay que dedicar a Dios y a la oración lo mismo que a la celebración comunitaria de la fe, el sostenimiento económico de nuestra iglesia, el fortalecimiento de los valores auténticos que vivimos en la familia, la transmisión de esos valores a nuestros hijos, el ejemplo sano que hay que dar de fe y de coherencia de nuestra vida con esa fe, la humildad al reconocer nuestros pecados, la humildad al reconocer que nos falta mucho por crecer, la alegría de servir y de ayudar a otros, la alegría que hay que transmitir al contar cuántas ayudas hemos recibido de Dios, el compromiso de ayudar a los hermanos que están en mala situación o necesitando nuestra mano, el compromiso de compartir la fe que tenemos, el compromiso de compartir la confianza y la esperanza que tenemos, el compromiso por defender los derechos humanos de todos, el compromiso por conocer y vivir lo que la sociedad entera necesita vivir, el compromiso político y social en busca del bien común por encima de los intereses particulares, el compromiso por aprender cada vez más lo que el evangelio enseña y lo que en la comunidad eclesial celebramos y compartimos...etc., etc., etc!

¡A prepararse, que hay que comer todo!!!
¡Provecho! P. Juan.

Siento alegría por ser discípulo de Jesús


Porque Dios me dio su Espíritu, y me ha hecho capaz de encontrarme con Jesús, su Hijo, y por Jesús he podido encontrar al Padre Dios, el Padre que me ama, me fortalece, me cuida y sostiene, me llama y me espera.

Porque el Padre Dios me ha enviado a su Hijo para que me guiara.


Porque Jesús me ha amado desde el principio, me ha llamado por mi nombre, y me ha conquistado el corazón. Porque me ha enseñado a ver su amor en todos los acontecimientos que me sucedieron.

Porque he experimentado su amor, inmensamente rico, y permanentemente fiel.

Porque he experimentado su perdón y la fuerza de su gracia que hace nuevas todas las cosas.

Porque he visto su paciencia para conmigo, y me ha ido enseñando al ritmo que yo me dejé enseñar.

Porque me ha transmitido el amor increíble del Padre. Porque me ha dado su Espíritu, que me hace ser hijo yo también.

Porque me ha levantado de mis caídas.

Porque me ha hecho comprender la maravilla de su plan de amor.

Porque me ha esperado todas las veces que yo me alejé.

Porque me ha visitado en la gente que me dio su mensaje.

Porque me ha enseñado a darme.

Porque me ha hecho dócil a la voz del Espíritu.

Porque me ha socorrido cuando necesité.

Porque me ha dado el ciento por uno en todo lo que yo dejé por Él.

Porque me ha dado las palabras de la vida eterna y plena que sólo Él tiene.

Porque ha sido inmensamente generoso conmigo.

Porque desde el principio puso sus ojos sobre mí y no ha dejado de mirarme con amor, y espero que nunca lo haga.

Porque me ha hecho comprender qué vale y qué no.

Porque me ha hecho tan feliz que me hace gozar cuando estoy con Él.

Porque me ha hecho comprender el impresionante valor de su cruz, de su pasión, muerte y resurrección.

Porque me ha roto los esquemas siempre.

Porque me ha ungido y hecho sacerdote suyo.

Porque me ha hecho servidor de los hombres.

Porque me ha hecho transmisor de su Palabra.

Porque me ha encomendado cosas enormes pero el que obraba era Él.

Porque me ha formado desde el vientre materno y me ha preparado desde temprano para la misión que me fue dando.

Porque cuando fallé en mis misiones me volvió a enseñar y a dar fuerzas para hacerlo de nuevo.

Porque me ha escuchado siempre. Porque ha tenido tantas delicadezas conmigo.

Porque ha escuchado mi oración por los demás.

Porque ha bendecido a través de mí. Porque ha hablado a través de mí, porque ha tocado a través de mí, porque ha consolado a través de mí.

Porque me ha llamado para que salga de mi sepulcro.

Porque me ha quitado la ceguera de mis ojos.

Porque me ha dado ser parte de su Iglesia.

Porque me ha dado su gracia por los sacramentos.

Por tanto, y tanto más que no alcanzo a decir, siento alegría de ser su discípulo.

¿Y tú, qué me dices de ti?
P. Juan.

¿Cómo adorar a Jesús presente en la Eucaristía?


Primero: Piensa quién está delante de ti presente en ese signo.

Luego: mira más allá del signo y contempla a la Persona de Jesús que está frente a ti, espiritual y sacramentalmente.

Tercero: toma conciencia de su amor por ti.

Cuarto: exprésale tu amor en la medida en que vayas pudiendo agradecerle todo, alabarlo por todo, glorificarlo por todo.

Quinto: pídele todo lo que sea bueno para ti y para todos.

Sexto: escúchalo en el silencio. Todas tus necesidades ya las conoce y te va a dar lo que necesitas en el momento oportuno. Trata de escuchar qué te está queriendo hacer ver, qué te quiere enseñar, qué tienes que hacer por los demás y por Él. Aquí puedes quedarte todo el rato que quieras en silencio, leyendo la Palabra, o algún libro de espiritualidad cristiana que te ayude a crecer en tu amor por Él.

Séptimo: vuelve a agradecer y pídele su bendición.

¿Qué sentido tiene valorar el talento humano?

El talento humano, los talentos de cada hombre, las capacidades y fortalezas de cada uno, las riquezas naturales que cada uno posea, son precisamente eso, riquezas y recursos con los que podemos contar y contaremos si sabemos usarlos.

Inclusive, las debilidades que tenemos, bien asumidas son causa de generación de talentos que nos pueden reportar muchos beneficios.

No es conveniente quedarse en la visión parcial de que vale más el que más beneficios reporta a la empresa, y por ende, vale menos el que menos beneficios reporte. La empresa es como un cuerpo, donde la planta de los pies, muchas veces oculta, es la que sostiene todo el cuerpo al momento de estar de pie o caminando o corriendo. No siempre lo que más se ve es verdaderamente lo más importante. Todos vemos las caras de los otros, y por ella nos expresamos de infinidad de maneras, y mostramos hasta lo que no debemos mostrar. Pero si bien decimos que un rostro de buena presencia es atractivo y agradable de ver, no lo es menos la mirada. Una mirada demasiado calculadora despierta sospechas.

En una empresa, al valorar los riesgos posibles en el trabajo, en el desarrollo de los diversos procesos, cada intervención del hombre puede reportar beneficios o quitarlos. Muy pocas decisiones son neutrales. Por esa razón no se debe despreciar la necesidad de la capacitación para el uso y desarrollo de los talentos humanos, no solo vistos y operados individualmente, sino también, en equipo y como cuerpo.

Las diversas áreas de planificación, evaluación de beneficios-costos-riesgos, gerenciamiento, desarrollo, mantenimiento, capacitación, política ambiental, seguridad y salud ocupacional, etc., se interrelacionan y se vuelven interdependientes necesariamente. Las variaciones que deben enfrentar cada área, por las condiciones contextuales y los requerimientos humanos de toda índole, hacen indispensable un trabajo interdisciplinario permanente y por lo tanto, la capacidad de aprender es una de las capacidades primarias a adquirir y desarrollar. Necio es quien cree saberlo todo.

La superación de rivalidades, de posturas cerradas, de problemas personales y de relaciones humanas, de límites psicológicos, de límites intelectuales y prácticos, de desinteligencias emocionales o afectivas o intelectuales u operacionales, es la meta de cercano y mediano plazo que posibilitan el afianzamiento de logros a largo plazo.

Cada ser humano es rico en más de una cosa, porque tiene una carga de conocimientos y prácticas adquiridas muchas veces única. Si se es consciente de la riqueza personal se tiene conciencia también de la riqueza de los demás, que no se la puede medir sólo con los títulos. La evaluación de la experiencia, de las habilidades, de los conocimientos y de la capacidad de resolver problemas, debería darse frecuentemente para la promoción de los talentos, para descubrir los puntos débiles de la capacidad de los miembros de la empresa, y para planificar organizadamente la capacitación de todos.

La capacitación, por tanto, de los miembros de la empresa abarca los siguientes aspectos: motivación, comunicación, roles y responsabilidades, conocimientos, experiencia, habilidades, competencias, liderazgo y trabajo en equipo. Como hemos visto, los talentos humanos, son parte de los aspectos a capacitar, y por esa razón deben ser adecuadamente valorados y tenidos en cuenta, potenciados y cuidados para que su riqueza no se pierda.

Los talentos humanos son la suma de todas las actitudes, habilidades, competencias, experiencias y fuerzas que cada miembro de la empresa posee. Ése es el capital que aporta cada uno a la empresa y por tanto como tal debe ser valorado y justipreciado. Una recompensa adecuada, incluso en lo económico, en el reconocimiento y en la promoción, es el estímulo justo que necesita cada miembro de la empresa para crecer con ella y hacerla crecer con él.
P. Juan

El anuncio de Jesús

El Maestro nos viene a dar una importante y espectacular buena noticia: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca»

Se cumplió el tiempo de la espera, para dar paso al tiempo del poseer. Se cumplió el tiempo de la preparación para dar paso al tiempo del disfrutar. Se cumplió el tiempo de anhelar, para dar paso al tiempo de ver. El tiempo de Dios se manifiesta en Jesús, en su persona y en su presencia. El tiempo del hombre ha sido tocado por el tiempo de Dios. Tocado y transformado. De tiempo estéril a tiempo fecundo, de tiempo limitado a tiempo pleno, de vacío de los tiempo a plenitud de los tiempos. Porque a la vacuidad de nuestra historia, a la esterilidad de la historia humana -siempre ha sido esteril para resolver el dolor humano- ha entrado fecundándola la plenitud de Dios. El tiempo de ser vacíos y estériles se ha cumplido, ha llegado a su fin.

Porque se ha acercado el tiempo del Reino de Dios. La realidad del Reino de Dios está cerca. La realidad del reinado de Dios está cerca. La realeza de Dios se va a manifestar en toda su majestad rompiéndonos todos los esquemas: el rico se hace pobre, el rey nace como vasallo, el Todopoderoso tendrá que escapar para que no lo maten, el que es la Sabiduría tendrá que aprender, el que es la Palabra tendrá que callar... El que es Dios se hizo hombre, y comienza a hablar a los hombres con lenguaje de hombre, con palabras y ejemplos de hombres, con sonrisas y miradas de hombres, con gestos y trabajo de hombres.

El Reino de Dios expresa tanto la realidad de la vida nueva que se tiene bajo el poder del amor infinito de Dios, y también expresa el reinado de Dios, a Dios reinando, a la manifestación de su voluntad regia que quiere el bien de todos los hombres amados por Él, voluntad que es acatada por toda la creación.

Pero Dios no quiere vasallos oprimidos, quiere hijos, hermanos y esposa libres y que por amor estén con Él. No quiere someter a nadie a la fuerza, quiere conquistar con lazos de amor a todos. Quiere hacernos vivir el gozo que se siente cuando se le pertenece, cuando nos hemos unido a Él totalmente, cuando somos guiados por su Espíritu, liberados por su Espíritu, santificados por su Espíritu.

Maravilla de maravillas, que nos deja profundamente boquiabiertos. El Reino de Dios está cerca!!!

Goza de esa noticia, y si no la entiendes, piensa.

Es Dios quien lo dice, escúchalo y cree.

Es Dios quien lo dice y no puede mentir, porque no cabe la mentira en su ser.

Es Dios quien nos lo ha anunciado para que lo supiéramos y nos uniéramos a Él.

Pasa y llama.

Pasa y dice «Sígueme».

Toca y convierte todo a su paso.

De pescadores los transforma en «pescadores de hombres».

De trabajadores a mensajeros.

Muestra y demuestra con sus gestos, con sus actos, con sus acciones, lo que con sus palabras anuncia, revela y predica.
Habrá que dejar las redes de lo que estábamos haciendo, para hacer lo que Él nos diga.

Habrá que dejar las redes para seguirlo.

Habrá que dejar las redes que nos atan para ser libres atándonos porque queramos a su gigantesca red de amor, red que sirve para sacar a los hombres del mar inmenso del mal.
Habrá que dejar el propio proyecto para hacer propio el proyecto del Padre.

El Padre lo ha enviado. Y Él ha cumplido su misión. Nos quiere ahora enviar a nosotros, para transmitir a las generaciones nuevas su Buena Noticia.

Todos la necesitan, aunque no sean conscientes.

Todos la necesitan y si la conocen se alegrarán.

Si la conocen creerán.

Si se las mostramos con valentía, y con verdad, creerán en ella.

Y se unirán, seguirán al Maestro con nosotros.

Habrá que convertir el corazón cerrado e infeliz en un corazón abierto y esperanzado, creyente y obediente, amoroso y servicial, audaz y constante. «Gracias a la constancia salvarán sus vidas». «El que pone la mano en el arado y mira para atrás no sirve para el Reino de Dios».

«Ven y sígueme»

«El Maestro está aquí y te llama».
P. Juan

¿Cuál es tu esperanza?


¿En qué esperas? ¿Qué es lo que esperas? ¿En qué sueñas? Seguramente, en cada respuesta que des descubrirás que tiene un gran componente de búsqueda de la felicidad, buscas algo para sentirte feliz. Y esa felicidad que sueñas será el signo de que lo conseguiste. Pero si miras realmente qué sucede cuando consigues lo que te has propuesto descubres que necesitas querer otra cosa, porque eso que posees ya no te sacia.

Estamos hechos así, y eso nos hace inquietos, insatisfechos, muchas veces indecisos, inconstantes, apáticos, decepcionados, frustrados, mentirosos en el fondo hasta con nosotros mismos.

¿Por qué será que nunca nos contentamos completamente? Porque estamos capacitados para lo que no es de este mundo, y no hablo del globo terráqueo. Estamos capacitados para lo infinito, increíblemente. Y nada en este mundo lo es.

¿Qué nos hace capaces de tanto en una vida que es tan corta, tan limitada? Fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza. Eso explica porqué nada de lo creado nos llena. La verdad es que sólo nos satisface totalmente, íntegramente, infinitamente, eternamente, Dios. Sólo Dios.

Sí, sólo Dios, aunque te cueste creerlo, te cueste aceptarlo. Porque por ser Él, todo parece escapársete de tus manos. Y es así porque el Señor sobre todo es Dios, y Él no se deja manipular por nadie que quiera hacerse el vivo y manejar lo eterno a su antojo. Quiero decir con esto que Dios valora tanto lo que Él es y lo que ha hecho porque es bueno Él y buena toda la creación, que no quiere que nadie arruine lo que llamamos «cielo». Nosotros no manejamos el «cielo», e intentamos de manejar la «tierra», a veces con sensatez y a veces insensatamente. Nuestras decisiones buscan la felicidad aquí en la tierra, porque es lo que vemos, lo que manejamos nosotros. Y, como niños que han aprendido a desconfiar porque les han mentido, no nos animamos a creer en las promesas de Dios, por temor a que nos mienta. Y nos vamos quedando cada vez más solos, más desconfiados, más endurecidos, que no significa más fuertes. Por muchos lados recibimos el mensaje de los otros «niños desconfiados» que dicen: «¡Hacé la tuya!» «¡Hoy comamos y bebamos que mañana moriremos!» «¡Disfrutá la vida mientras la tenés!» Y la mirada se va achicando, se pierden las perspectivas, se pierde el horizonte, la esperanza se debilita. Y uno hace dobles y triples esfuerzos para vivir, trabajar, gozar, etc. Hasta que para conseguir un poquito de esa tan ansiada felicidad se transa con el delito, o con la corrupción, o con el pecado. Y eso hace perder toda la integridad, toda la dignidad personal, aunque ladrando y mostrando los dientes no se permita aceptar ninguna crítica, ni siquiera ninguna revisión propia de la vida, porque da más miedo asumir que hay que cambiar, e intentarlo, que perder la propia dignidad.

¿Y a dónde se fue entonces la esperanza? Muchas veces la he visto reducida a la nada, he visto gente que se quiere morir ya. O elige lo que sabe que a la corta o a la larga le hace daño y porque no se valora a sí misma lo elige igual.

Conozco a algunos pocos que dicen que han sabido vivir porque eligieron pasar por todas. A algunos menos que han vivido con la responsabilidad de hacer lo correcto por coincidir consigo mismos, y a menos, aún, que han vivido con la conciencia de hacer todo pensando en la eternidad.

Las promesas de Dios no nos sacan de nuestras responsabilidades terrenas. Nos dan la perspectiva adecuada para discernir qué es bueno hacer y qué no. Por eso al «cielo» habrán de ir los que aceptaron las promesas y se comportaron responsablemente frente a Dios y respetaron Su obra y Su Ser. Por justicia. ¿Cómo pretende recompensa de «cielo» quien eligió vivir separado de Dios? Esa separación es el pecado.

La separación tiene muchos nombres: agnosticismo, ateísmo, ateísmo práctico (prescindir de Dios en todas las decisiones), idolatría, y todos los nombres de todos los tipos de pecado que dañan al hombre, a la familia, a la comunidad, a la sociedad civil y a la naturaleza.

Pero, ¿por qué separarnos del único que nos ama infinitamente? ¿Por qué desconfiar del único confiable? Es necesario ser conscientes de Dios nos ha hablado en su Hijo Jesucristo, y Él envió a la Iglesia a transmitir su mensaje. Es imprescindible dar el mensaje entero, sin retaceos, para que el mundo entero pueda captar el valor de las promesas de Dios que son en favor nuestro. La Iglesia, todos en ella, estamos exigidos a contar con la vida, el testimonio hablado, escrito, pintado, cantado, actuado, etc., que el Dios que nos ama nos ama de verdad. Si no lo descubren los que lo buscan ¿no será que no lo damos a conocer? ¿Qué Dios damos a conocer con nuestras actitudes? ¿Nos ven fieles? ¿Nos ven convertidos? ¿Es tan firme nuestra esperanza como para sembrarla en otros?

Difícilmente serán misioneros los que no son discípulos verdaderos.

Cuando tienes que resistir ¿resistes?

+ Evangelio de N. S. Jesucristo según san Lucas 12,49-53
Jesús dijo a sus discípulos: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, iY cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, iY qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Seguramente te sacudirá la Palabra de Jesús de hoy porque dice que vino a traer la división y no la paz. Parece derribar todo lo que alguna vez dijimos sobre Él. Pero la verdad es que no derriba nada, por el contrario, lo afirma con mayor vehemencia: «Vine a traer fuego, y cuánto desearía que ya estuviese ardiendo». Pero no vino a traer tranquilidad sino división. No vino a traer la paz que da el mundo, sino «su» paz. Y para tener «su» paz hay que unirse a Él en todo. Y eso provoca la división con los que no lo quieren, ni quieren su palabra, ni su enseñanza, ni sus exigencias para vivir el Reino. Y no sólo no lo quieren a Él sino que esos tampoco quieren a nadie que se les oponga. Por eso la división se produce porque no te respetan dejándote libre. Te exigen que abandones tu seguimiento de Jesús, te exigen que reniegues de tus convicciones, que hagas lo mismo que ellos, pero te lo exigen «en nombre del derecho de cada uno (de ellos) y de la libertad de cada uno (de ellos)». No los tuyos, no existes. Ni existimos los que somos como vos. Pero como, paradójicamente, existimos, no les queda otra que eliminarnos de alguna manera, con difamaciones, con menosprecios, con atropellos, con gritos, con escraches, con burlas o silencios. Pero igual estaremos, y con la frente alta, porque lo que tenemos no lo hemos inventado nosotros, sino que nos lo ha dado Jesús mismo. Y es a Él al que debemos la vida, a nadie más.

Ahora bien, ¿cuándo hay que resistir? Cuando te tienten a hacer lo que no es correcto. Cuando te intimiden. Cuando ejerzan cualquier tipo de violencia sobre ti. Cuando te insulten. Cuando cometan injusticias contra ti. ¿Renegarás de ti y de tus convicciones? ¿Renegarás de tu fe? En algunos ambientes de estudio por sistema se ataca todo lo que tenga que ver con la fe, con la Iglesia, con cualquier creencia. Sólo se acepta lo que la ideología de turno de los profesores o de los que manejan los poderes dentro de dichos ambientes sostiene. Eso quiere decir que donde debería primar la razón que busca la verdad, prima la razón sometida a las ideologías que tergiversan la verdad. ¿Podrás dialogar ahí? No, porque ellos no dialogan, sólo monologan. Les encanta escucharse. Y como el que estudia no tiene en mente perpetuarse en donde estudia, calla, otorga, aunque sea por fuera, e inteligentemente termina su carrera, y sigue su vida. Pero la verdad no sólo debe decirse en el ambiente de estudio. La verdad debe ser dicha afuera también. Y para ser dicha debe primero ser asumida. Buscar la verdad es tarea difícil, porque hay que dejarse cuestionar por la verdad. Si yo cuestiono la verdad me considero juez de ella. Y es la verdad la que es superior a mi juicio. Soy yo quien debo abrir mi razón con honestidad intelectual para percibir su resplandor que me ilumina, y dejarme iluminar y transformar por la verdad.

La honestidad intelectual es un valor que sólo los sabios parecen alcanzar. La mayoría -necios- prefiere acallar su vergüenza intelectual con relativizar todo. De esa manera, creen diluirse entre las penumbras del facilismo, de la debilidad, del «nada vale» (nihilismo). Más que penumbras, son tinieblas. Y la verdad es resplandeciente. Tiene su propio peso. «Pero las tinieblas no le recibieron» dice Juan en su Prólogo al Evangelio.

¿De qué lado estás?

¿Renegarás de tus convicciones y de tu fe cuando el entorno en el que te vas a mover renuncie a respetar su propia dignidad humana, por dejar via libre a todos los impulsos de su naturaleza (erotismo descontrolado, sexualidad exacerbada y desubicada, violencia, avidez de todo tipo de excesos, etc)? Tendrás que resistir, o te estarás partiendo en dos. Tendrás que resistir para no ser tu propio enemigo. Tendrás que resistir para animar a otros a salir de ese «muy placentero» precipicio, donde el fin es para muchos la muerte prematura.

¿Renegarás de tu dignidad cuando quieran comprar tu voto o tu silencio? ¿Renegarás de tu conciencia en pro de la comodidad? ¿Renegarás de tu libertad cuando quieran sobornarte de cualquier manera? Resiste. Nunca en el mal. Nunca a favor del mal. Nunca a favor del malvado. Resiste para no volverte malo. Resiste para no tener que verte desnudo por haber renunciado a tu dignidad. Tu dignidad es tu vestidura. No te dejes desnudar, porque nadie tiene derecho a invadir tu dignidad.

Por supuesto que Jesús vino a dividir. «El que no está conmigo, está contra mí». ¿A quién vale más seguir? ¿A quién vale la pena hacer caso? ¿Quién merece verdaderamente mi respeto?
¿Quién merece el tuyo?

Resiste. Sí. Resiste. P. Juan.

El hombre en el trabajo. Gestor, garante y destinatario de la producción.

Síntesis:
El hombre no es un aparato, no somos, y guardémonos de serlo, transformables por intervención tecnológica, porque jamás un hombre será plenamente abarcable por la tecnología, debido a que el hombre tiene espíritu, emoción, sentimiento, decisión, indecisión, pasión, debilidad, fortaleza, impulso, pulsión, demasiados aspectos que no se pueden calcular matemáticamente, y no habrá jamás algoritmo alguno que pueda volver humana a ninguna tecnología.

La naturaleza humana es compleja. Y como tal requiere la interdiciplinariedad para comprender al hombre, porque como el hombre es un ser social y por tanto vive en relación, muchos aspectos de su ser intervienen en las relaciones y en los procesos sociales, políticos, familiares, organizativos, productivos y educativos.

A pesar de que en este tiempo cultural actual, desde la era industrial y el capital, pasando al corporativismo y la aglomeración del poder en cada vez menos centros de decisión, a pesar del anonimato de los responsables, del gerenciamiento con exigencias despiadadas, de la búsqueda, adquisición y promoción de tecnología para lograr records de productividad que parecen justificar cualquier medio y cualquier consecuencia, el hombre es el responsable.

Es el responsable, y el único capaz de detenerlo todo, si quisiera. Y si no lo hace por responsable, lo hará por irresponsable.

En nuestra Argentina caudillista y corrupta, carente de educación en los valores, con un tejido social destramado, con una cultura del trabajo desvalorizada, con una cultura del trabajo en equipo despreciada, con una proyección del imaginario colectivo del éxito fácil y rápido, con una capacidad de reflexión mermada por falta de ejercicio de crítica, análisis y síntesis, es un desafío de envergadura capacitar a toda una empresa para la comprensión del hombre -en relación laboral de equipo responsable- como gestor, garante y destinatario de la productividad.

El derecho de existir y de ser yo.

Síntesis:
La existencia del otro es tan clara como la mía. La cuestión es aceptar su existencia sólo porque está, sólo porque existe. Que el otro exista no depende de mí, ni de que lo acepte. Es algo que le viene dado igual que a mí.
Podría haber sido que nosotros no hubiésemos estado ni preparados ni de acuerdo para aceptar su existencia. Sin embargo, su existencia no partió de que estuviésemos preparados o de acuerdo. Por la naturaleza misma de las células que se unieron ya era factible su existencia. Que no la deseáramos o que quisiéramos no tenerlo no nos da derecho a violar su derecho fundamental: a existir. Él no es el que está violando el derecho de su madre a estar sin él, porque él no provocó su presencia. Si su madre fue violada, él no fue el responsable ni menos el culpable. Él existe, y tiene derecho a existir.
Yo tengo derecho de existir y de ser yo. El otro también.